08/10/18. Fuente EFE Salud. La malabsorción alimentaria es la dificultad para la absorción intestinal de componentes de la alimentación, sobre todo azúcares como fructosa o lactosa. Los cambios de microbiota intestinal causan problemas digestivos, pero también se asocia a procesos inflamatorios, metabólicos, inmunitarios y/o dermatológicos. Con el objetivo de atender todos los aspectos de este problema, el Hospital Beata María Ana ha puesto en marcha un servicio multidisciplinar dedicado a la asistencia de pacientes con malabsorción intestinal.
La malabsorción intestinal es la dificultad a la hora de absorber algunos ingredientes presentes en los alimentos. Cuando el paciente presenta cuadros digestivos habituales, como el síndrome de intestino irritado, se habla de intolerancia alimentaria. Sin embargo, no siempre que existe malabsorción hay síntomas digestivos.
El Hospital Beata María Ana ha incorporado el servicio Inmunomet, el primero con carácter multidisciplinar creado en España dedicado a pacientes con malabsorción y disbiosis intestinal, que cuenta con un equipo de 15 facultativos pertenecientes a diferentes especialidades. Su director, el doctor José Vigaray Conde, ha hablado con EFEsalud.
La malabsorción y la disbiosis intestinal
La malabsorción provoca en los pacientes una alteración en la flora o microbiota intestinal (disbiosis intestinal) que a su vez amplifica el problema, lo que los convierte en un binomio inseparable. El doctor Vigaray Conde destaca los cambios que la microbiota juega en la salud, y cómo pese a la alta tasa de incidencia, la malabsorción sigue sin apenas conocerse.
“Cuando se habla de malabsorción, todo el mundo piensa en alimentos con gluten y lactosa”. Según el director de la unidad, sus estimaciones demuestran en el caso del gluten, que afecta entre un 2-5% de la población, casi siempre hay celiaquía detrás, mientras que la lactosa perjudica a un 20-25% de la misma.
Sin embargo, los responsables más importantes de las intolerancias son la fructosa y unos alcoholes de azúcar denominados polioles, a los que según sus estadísticas son sensibles más de la mitad de la población. De acuerdo con el doctor, la fructosa, presente en muchos alimentos de origen vegetal y en la industria alimentaria a través de los alcoholes de azúcar (sorbitol), es crítica porque se une a los receptores de las células intestinales con facilidad.
“En nuestra unidad hemos estimado que, en el caso de la fructosa, probablemente cerca del 50% de la población sea intolerante”, declara Vigaray. Según el doctor, en muchos casos los pacientes presentan síntomas mínimos (gases, sensación de hinchazón, dolor abdominal), aunque en otros casos los cuadros inflamatorios son más complejos (colon e intestino irritable).
Síntomas y problemas derivados
Una de las consecuencias de la malabsorción y de los cambios de microbiota es que están implicadas en múltiples enfermedades crónicas. Según Vigaray Conde, cuando el paciente acude a consulta frecuentemente presenta cuadros funcionales digestivos que afectan a su calidad de vida (colon irritable, distensión funcional, estreñimiento o diarrea crónica). “Son pacientes a los que todo se les ha etiquetado por nervios”, afirma el director.
Aunque el motivo de consulta principal es el digestivo, la malabsorción también está asociada a otras alteraciones derivadas de la disbiosis:
– Problemas funcionales digestivos. El más conocido es el intestino irritable, que afecta a un 30% de la población.
– Procesos inflamatorios (dermatitis atópica, psoriasis)
– Alteraciones metabólicas (dislipemias e hipercolesterolemias). También incluye la obesidad, el hígado graso, o como factor de riesgo para la diabetes tipo 2.
– Ámbito neurológico. Según el doctor Vigaray, “Hay estudios que avalan procesos como la migraña, el autismo, síndrome de hiperactividad, e incluso recientemente se ha identificado como un factor de riesgo en el alzhéimer”.
– Procesos inmunológicos (tiroiditis autoinmne, lupus, artritis reumatoide)
– Procesos alérgicos (rinitis, asma alérgico)
De lo anterior se deriva la necesidad de una intervención multidisciplinar para tratar el problema de malabsorción intestinal. “Aunque haya problemas digestivos, hay que tener en cuenta los problemas hormonales, inmunológicos, metabólicos o psicológicos que puedan estar asociados”, reflexiona el director de Inmunomet. En este sentido, el equipo de la unidad cuenta con la presencia de gastroenterólogos, endocrinólogos, alergólogos e inmunólogos, además de nutricionistas y psicólogos.
Tratamiento y prevención
En general, las malabsorciones se pueden dividir en:
– Primarias. Asociadas a una situación genética. Son para siempre. Se ha investigado mucho en el caso de la malabsorción a la lactosa y se ha empezado a investigar el caso de la fructosa.
– Secundarias. Se producen como consecuencia de un proceso inflamatorio cuando hay una situación de disbiosis. Según el doctor Vigaray, se puede conseguir mejorar los umbrales de tolerancia con la dieta.
El tratamiento para la malabsorción gira en torno a cuatro ejes en el servicio del Hospital Beata María Ana:
– La dieta. Se individualiza al máximo y puede ser de mayor o menor exclusión. “Por ejemplo, se puede restringir la fructosa, el gluten, la lactosa, o los alimentos ricos en histamina”, comenta el doctor Vigaray.
– Suplementos y probióticos. Para la mejora de la microbiota intestinal, se emplean probióticos a medida de cada paciente. Son importantes también otros suplementos, como las enzimas digestivas o los suplementos para la mejora de la mucosa intestinal (glutamina).
– Tratamiento médicos. Antibióticos, antiinflamatorios o procinéticos, para acelerar el tránsito intestinal.
– Aspectos psicoemocionales. “El estrés es un agravante, y para el control del mismo es esencial contar con la presencia de psicólogos en la unidad”, asegura el director.
Para la prevención, es básico mejorar la microbiota. “ Aunque parezca fácil, la microbiota depende de muchos factores (la microbiota materna, la lactancia, la introducción de alimentos…)”, expone el médico. Según el especialista, para cuidarla es importante evitar los autotratamientos con antibióticos e intentar evitar elementos aditivos en los alimentos, como los polioles en el caso de la fructosa.