25/02/19 Fuente La Vanguardia. Existe la sensación generalizada de que las alergias e intolerancias alimentarias han aumentado en los últimos años, y de que, en palabras de la nutricionista de La Gastronómica , Clara Antúnez, “en gran parte de familias hay al menos un miembro que asegura tener intolerancia a algún alimento”.
Para la dietista-nutricionista Sara Jiménez , no es que el número de alergias se haya incrementado, sino que “se ha mejorado la técnica de detección, y se puede saber qué tipo de alergia existe con mayor precisión”.
Antúnez señala, además, un factor importante a tener en cuenta cuando hablamos de trastornos en el aparato digestivo: el estrés. “Muchas personas se autodiagnostican intolerancias, aunque a menudo es el estrés y unos hábitos alimentarios incorrectos –comer rápido, no masticar lo suficiente, no tomar alimentos saludables…– los que producen una irritación en la mucosa del estómago que puede dar lugar a equívocos”.
Antúnez recomienda, antes de atribuir el malestar digestivo a la reacción a algún alimento, tratar de buscar métodos para combatir el estrés: deporte, yoga, meditación, cambios en el estilo de vida…
Jiménez recuerda que no se debe confundir alergia e intolerancia. “En la alergia interviene nuestro sistema inmune, que se pone en funcionamiento, y puede verse afectada cualquier parte del organismo, desde la piel al sistema pulmonar, el sistema digestivo, ocular…, de manera que una persona alérgica nunca debería ponerse en contacto con el alérgeno”.
La intolerancia, por su parte, afecta “al sistema digestivo, provocando gases, hinchazón, dolor abdominal o diarrea, síntomas que se agravan cuanto mayor sea la dosis que se tome”.
“Cada alimento es susceptible de provocar una alergia a cualquier persona”, señala Jiménez. “Existen catorce principales alérgenos que podemos identificar, que son los que vemos señalados en las cartas de restaurantes o bares: pescado, frutos secos, lácteos, moluscos, gluten, crustáceos, huevos, cacahuete, soja, apio, mostaza, sésamo, altramuces y sulfitos”.
Antúnez recuerda, sin embargo, que pese a que estos son los principales alérgenos según la OMS se puede ser alérgico a todo, “desde las solanáceas, como la berenjena y el tomate, a la manzana o algunos tipos de melocotón”.
Estos son algunos de los alimentos que provocan más alergias:
Marisco
Dentro de los pescados, el marisco es uno de los que provocan más alergias, aunque Antúnez señala que “algunas alergias alimentarias no son de por vida y pueden desaparecer con los años, del mismo modo que nos podría aparecer una alergia al marisco con 90 años”. Es posible ser alérgico al marisco pero tolerar perfectamente el resto de pescados, de manera que es conveniente realizarse las pruebas pertinentes hasta acotar el grupo alimentario al que somos sensibles.
Frutos secos
En España, el fruto seco que da lugar a un mayor número de alérgicos es la nuez, mientras que en Estados Unidos es el cacahuete. Jiménez señala que estos datos no nos deberían llevar a tomar especiales precauciones con estos alimentos, que deberíamos consumir con normalidad “a no ser que presentemos algún tipo de alergia o sensibilidad”. Antúnez alerta de que, si somos alérgicos, hay que ser especialmente cuidadosos, ya que “pueden llegar a provocar la muerte”, cosa que no ocurre con las intolerancias, “en las que existe un pequeño margen de tolerancia al contacto con el alimento”.
Kiwi
Es habitual que el kiwi produzca lo que se conoce como Síndrome de Alergia Oral, “una reacción alérgica leve que produce síntomas como picor y quemazón tanto en la lengua como en la garganta”. Esto no significa que debamos dejar de consumirlos, ya que se trata de una r eacción momentánea, algo que también se produce con frecuencia con el melocotón, una de las frutas más alergénicas, y con el tomate.
Las responsables de esta reacción son las profilinas, unas enzimas que se encuentran también en naranja, melón, sandía o pepino, que son sensibles al calor y digestión gástrica pero que no producen molestias gastrointestinales.
En España, el fruto seco que da lugar a un mayor número de alérgicos es la nuez, mientras que en Estados Unidos es el cacahuete
Huevo
Es uno de los alimentos que provocan más alergias entre los niños, por lo que Jiménez recomienda ser especialmente cuidadosos a la hora de introducirlos en la alimentación infantil. “Está demostrado que cuanto menos se tarde en introducir los alimentos potencialmente alérgenos se reducen las posibilidades de padecer alergia”, señala.
Por este motivo, es recomendable introducir el huevo a partir de los 8-9 meses, lo mismo que el pescado y, sobre todo, “introducir cualquier alimento nuevo, el que sea, siempre de uno en uno, dejando un margen de días entre un nuevo alimento y el otro por si existiera alguna alergia”.
Según Jiménez, “si le damos por primera vez a nuestro hijo un plato con brócoli, atún, maíz y pimiento, y al día siguiente presenta una alergia o una intolerancia, no sabríamos detectar qué alimento ha sido el causante. Por ello, cuando i ntroducimos alimentos por primera vez debemos observar a nuestro hijo durante los días posteriores, en los que no es recomendable introducir ningún otro”.
Gluten
Respecto a la moda de retirar el gluten de la dieta pese a no ser celiacos o tener sensibilidad al gluten, Jiménez se muestra tajante: “el gluten no es perjudicial para nadie a no ser que se tenga una intolerancia al gluten o una alergia al trigo: la moda de retirarlo porque se mejora la alimentación no tiene evidencia científica”.
El gluten no es perjudicial para nadie a no ser que se tenga una intolerancia al gluten o una alergia al trigo
Antúnez coincide en que muchas personas que no presentan ni celiaquía ni sensibilidad al gluten aseguran sentirse mejor al retirarlo, algo que en muchas ocasiones se debe a que “se introducen otros cambios en la alimentación y el estilo de vida o al efecto placebo”. La nutricionista Susana León coincide: “a menudo no es el gluten lo que nos sienta mal, sino otros compuestos que nos encontramos en algunos productos, desde grasas a mantequilla”.
Lácteos
Otra de las alergias más comunes en niños es a la leche de vaca, aunque también puede manifestarse a la de cabra y oveja. No hay que confundir la alergia a la leche con la intolerancia a la lactosa o a la proteína de la leche de vaca, ya que en la intolerancia, como recuerda Antúnez, “no interviene el sistema inmunológico, sino el digestivo”.
Los síntomas más habituales de la intolerancia a la lactosa o a la proteína son hinchazón, gases, diarrea o malestar, que se producen después de consumir leche. En el caso de la alergia, los síntomas suelen ser más intensos, pudiendo llegar incluso a la anafilaxia (una inflamación de las vías respiratorias, grave y potencialmente mortal), aunque es un tipo de alergia que suele remitir cuando los niños van creciendo.