Entrevista a Dolores Corella Piquer

16/11/2017

07/11/2017 Fuente La Nueva España. Dolores Corella Piquer es catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Valencia, donde dirige la unidad de investigación de epidemiología genética y molecular. Pasado mañana, jueves, recibirá en Oviedo el Premio Internacional Hipócrates 2017, convocado por la Fundación Real Academia de Medicina del Principado y patrocinado por Central Lechera Asturiana. Su investigación, sobre la que dictará una conferencia, analiza la relación entre el consumo de leche y la salud cardiovascular. El acto se desarrollará a las 20.00 horas en el salón de actos del Colegio de Médicos de Asturias (plaza de América).

¿Puede explicar la investigación premiada, tanto los planteamientos como las conclusiones?
En los estudios que analizan la relación entre la alimentación y salud hay un problema metodológico: la falta de buenos instrumentos para medir la dieta. Habitualmente, para saber lo que una persona come, se hacen unas preguntas sobre la frecuencia y cantidad de los alimentos consumidos durante un período de tiempo a través de distintos cuestionarios. Sin embargo, aunque estos cuestionarios estén validados, pueden producirse errores en la respuesta, bien por la falta de precisión en el recuerdo de los alimentos consumidos, o porque la ingesta es variable y no puede medirse bien.

¿Y cómo puede solucionarse ese problema?
Se está trabajando en la búsqueda de nuevos marcadores objetivos de consumo de alimentos. La idea es determinar estos marcadores en muestras biológicas de sangre, orina, saliva…, y que a través de un análisis de laboratorio se pueda tener una media más objetiva del alimento consumido. En este trabajo nos hemos centrado en buscar, validar y analizar un nuevo marcador ómico del consumo de leche y de productos lácteos con el objetivo de tener una medida más objetiva del consumo de estos productos no basada en las respuestas a un cuestionario, sino mediante un análisis de laboratorio.

¿Y funciona ese marcador?
Lo hemos estudiado en varias poblaciones internacionales y hemos encontrado que es un buen marcador del consumo de leche. A continuación, lo hemos utilizado para medir su asociación con factores de riesgo cardiovascular y hemos encontrado que el consumo de lácteos medido a través de este marcador más objetivo no se asocia con mayor riesgo cardiovascular como habían sugerido algunos estudios midiendo el consumo de lácteos mediante cuestionario.

¿Qué es un marcador «ómico»?
Un marcador ómico es el que se deriva de la utilización de las nuevas tecnologías ómicas, ya sea genómica, epigenómica, metabolómica, transcritómica… En nuestro caso hemos utilizado un biomarcador genómico basado en un cambio de base en el gen MCM6 cuyas siglas corresponden en inglés a «minichromosome maintenance complex component 6». Concretamente lo que hemos estudiado es el cambio de base C>T en el polimorfismo rs3754686. Básicamente, lo que ocurre es que las personas adultas con la base C no pueden digerir la lactosa de la leche, mientras que las personas con la base T sí que pueden digerir la lactosa. El hecho de digerir o no la lactosa hace que la persona tenga un mayor o menor consumo de leche.

¿Cuál es el modo más saludable de consumir leche?
Las personas adultas que no pueden digerir la lactosa (azúcar natural de la leche) pueden tener problemas intestinales cuando consumen la leche líquida tal como la conocemos. Estas personas tendrían que consumir leche sin lactosa o derivados lácteos, como yogur o queso, en los que los procesos de fermentación han reducido la cantidad de lactosa hasta valores mínimos según el producto. Las personas adultas que debido a su variante en el ADN pueden seguir digiriendo la lactosa no tienen problema en este sentido.

¿Qué sucede con los niños?
Los niños sí que mantienen la capacidad de digerir la lactosa desde que nacen hasta la edad adulta, y tampoco tienen el problema con la lactosa de la leche y pueden consumirla sin problemas. Desde hace unos años se ha promovido el consumo de leche desnatada o semidesnatada para evitar los posibles efectos desfavorables de las grasas saturadas de la leche. Sin embargo, recientemente varios estudios están replanteándose esta forma de consumo de leche. Coinciden en indicar que, salvo problemas específicos, el consumo de leche entera sería saludable para la mayoría de la población. Por lo tanto, es necesario seguir investigando en esta línea.

La relación entre el consumo de leche y la salud cardiovascular es controvertida.
Existen estudios que apoyaban un aumento del riesgo cardiovascular debido a su contenido en grasa, mientras que otros estudios no encontraban ningún efecto, y otros incluso referían algún efecto protector sobre algún parámetro, como la presión arterial. En nuestro estudio no encontramos un mayor riesgo cardiovascular asociado al consumo de leche a través del biomarcador ómico basado en randomización mendeliana.

¿Cuál es modo más perjudicial de consumir leche?
No podemos hablar de un modo perjudicial. Dependerá de cada persona y del contexto en el que se produzca ese consumo, pero no de la leche en sí.

¿Hablamos por igual de leche entera, desnatada o semidesnatada?
Actualmente se está trabajando en conocer mejor las ventajas de cada uno de estos tipos de leche, y ya he comentado que se vuelve a valorar la importancia de la leche entera.

Usted es experta en nutrigenómica. ¿Puede explicar en qué consiste esta disciplina?
La nutrigenómica estudia la influencia del genoma en el efecto de los alimentos consumidos. Se trata de una dimensión de la nutrición que aborda ésta de una manera más personalizada. En lugar de hablar de los efectos favorables o desfavorables del consumo de un alimento de manera general, se estudia para cada persona concreta, o grupo de personas, si ese alimento o dieta tienen efectos específicos para realizar recomendaciones más personalizadas con el objetivo de optimizar la prevención o el tratamiento.

¿En qué medida la alimentación puede modificar los «designios» genéticos a los que estamos sujetos?
La alimentación puede ayudar a contrarrestar el mayor riesgo de enfermedad que algunas personas poseen por tener una mayor susceptibilidad genética. Se ha visto que personas que tienen alteraciones en genes que confieren mayor riesgo de diabetes, dislipemias, etcétera, pueden evitar o retrasar el inicio de estas enfermedades con una alimentación saludable adaptada a su mayor riesgo genético.