Esfera Médica.
Resulta imprescindible que el médico conozca cada día mejor nuestra intolerancia y, aunque hemos avanzado mucho en este sentido, es necesario continuar difundiendo conocimientos para que sea incluida en los protocolos de diagnósticos médicos habituales por parte de los digestólogos. La lactosa es la base del 40% de los medicamentos autorizados. Actualmente 7.451 fármacos de un total de 19.676 contienen lactosa según la AEMPS -Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios- . Eso dificulta con mucha frecuencia la prescripción del medicamento adecuado. Sin duda el paciente debe dejarse guiar y ayudar por el médico especialista en la elección de una prescripción alternativa libre de lactosa.
Esfera Dietética.
Dejar de consumir lácteos, puede presentar limitaciones dietéticas importantes. La persona intolerante deberá buscar alternativas ricas en calcio, así como otras vitaminas y minerales presentes en los lácteos. Por suerte existen en el mercado muchas opciones naturales ricas en estos componentes, como pescados, frutos secos, etc., incluso una creciente oferta de lácteos sin lactosa. Pero es necesario contar con el asesoramiento de nutricionistas-dietistas, especialmente en la fase inicial de definición de la dieta a seguir después del diagnóstico.
Esfera Intrapersonal.
Padecer esta intolerancia genera un estado evidente de tensión, de alerta, de estrés. De estar pendiente de que puedes o no puedes consumir, de leer siempre las etiquetas de los productos, de preguntar en los restaurantes… La visita al psicólogo, cuando sea necesario, puede servir de gran ayuda a la hora de gestionar todas estas sensaciones.
Esfera Interpersonal.
Es evidente que el hecho de comer tiene un importante componente de vida social. Cenas con amigos, comidas de empresa, celebraciones familiares, etc. Gran parte de nuestras relaciones giran alrededor de una mesa. Con frecuencia la persona intolerante a la lactosa se siente limitada y diferente, teniendo que justificarse y dar continuas explicaciones sobre el porqué de su carencia y de su dieta. Este aspecto puede resultar limitante en el día a día.
Esfera de la Restauración.
Aunque la reciente normativa obliga a los establecimientos de restauración a informar en sus cartas y menús sobre la presencia de los principales alérgenos, en realidad la falta de sensibilidad de estos en su cumplimiento unida a la alta rotación de su personal de cocina y sala hacen muy complicado ir a comer a un restaurante cualquiera. Ya no digamos cuando llegamos a los postres. En este punto la oferta para intolerantes a la lactosa es prácticamente inexistente.
Esfera del Consumo.
La lactosa está escondida en el listado de ingredientes con otros nombres, y también añadida en productos inimaginables que no tienen por que llevarla necesariamente. Además, los productos sin lactosa son de difícil localización y de alto precio. Sobre un 30-40% más caros respecto a sus equivalentes con lactosa. Todo ello, sin duda, convierte la compra en el súper en una auténtica lucha diaria para las personas intolerantes. El papel de las asociaciones de pacientes es vital en la presión y exigencia a los fabricantes por conseguir un etiquetado cada vez más claro.