Recuerdo como si fuera ayer cuando salí de la consulta del especialista en digestivo con el diagnóstico de intolerancia a la lactosa. Ese médico, cuyo nombre lamentablemente ya no recuerdo, no era el primero que me visitó pero si fue el primero en escuchar bien todas mis explicaciones y el que atinó en prescribirme una prueba, un test que en aquella época se hacía en muy pocas clínicas, era el llamado test del hidrógeno, una prueba de varias horas, que te obligaba a soplar en unas bolsas herméticas durante toda una mañana después de tomar una solución de agua con lactosa. Ese fue el punto y final de un largo peregrinaje de cuatro años visitando diferentes médicos especialistas sin obtener un diagnóstico claro a lo que me ocurría. Porqué esa intolerancia a la lactosa no detectada y sobre todo no cuidada, me había provocado infinidad de síntomas en mi organismo, y lamentablemente no todos eran ya de tipo digestivo.
También fue el inicio de una nueva etapa en mi vida. Porque aunque el médico me había dado por fin un diagnóstico, su única indicación posterior fue que dejará de tomar lácteos a partir de ese día. Y eso como pude comprobar muy poco después, no fue suficiente.
Fui descubriendo que ese azúcar, la lactosa, que evidentemente se encontraba de forma natural en todos los productos lácteos, también lo utilizaba, y mucho, la industria alimentaria en la elaboración de toda clase de productos como podían ser salsas, aperitivos, embutidos, bollería, panes, e incluso la propia industria farmacéutica la utilizaba en la mayoría de medicamentos como excipiente. También descubrí que con frecuencia la lactosa también se escondía bajo otros nombres como azúcar de la leche, azúcares, suero lácteo, sólidos lácteos, o simplemente como trazas de leche.
Hoy, por suerte, las cosas han cambiado respecto el día que me diagnosticaron mi intolerancia. Y mi caso, ejemplifica claramente la importancia de un buen diagnóstico en la detección inicial de nuestra intolerancia, dónde el médico debe prestar mucha atención a las explicaciones del paciente y a la relación a veces no muy clara entre sus hábitos alimentarios y sus síntomas. Es necesaria una estrecha empatía y comunicación entre el paciente y el médico que facilite el diagnóstico porque nuestra intolerancia presenta muchos factores que dificultan su diagnóstico:
“Pero como va a ser la lactosa si yo no tomo lácteos”
Si el paciente asocia sólo la lactosa a los productos lácteos será difícil que piense que su problema viene derivado de la lactosa cuando consume determinados snacks, salsas, jamones, embutidos, galletas, bollería, purés, sopas, rebozados, etc. dónde la lactosa ha sido añadida a nivel industrial. Y eso dificulta esta identificación del problema cuando el paciente también se lo explica al médico. Si un paciente le dice a su médico que le sienta mal un embutido o un pan de molde ¿Cómo va a sospechar el médico que el problema que padece lo causa la lactosa?
“Si a mi sólo me sienta mal la leche”
Es una intolerancia que tiene tantos niveles de tolerancia casi como de personas. Hay personas que toleran ciertas cantidades de lactosa al día -especialmente si la acompañan de otros alimentos durante las comidas- y otras que no toleran la lactosa presente como excipiente en un medicamento. Aunque tengas un nivel bajo de intolerancia no olvides que sigues siendo intolerante a la lactosa, y que probablemente esta intolerancia irá en aumento.
“Pero si nunca me había sentado mal el queso”
Al ser una carencia progresiva, dónde se va perdiendo la lactasa con el paso de los años, lo que hoy te sienta bien por contener poca lactosa -un queso muy curado por ejemplo-, puede que te siente mal el año que viene. Ese proceso progresivo evidentemente también dificulta la identificación del problema por parte del paciente.
“Yo no voy al médico, me hago el test del hidrógeno y ya está”
La opción de hacerse el test en cualquier centro sin ser prescrito por el médico nos puede parecer muy cómoda y atractiva. Pero un resultado positivo puede estar escondiendo una intolerancia secundaria causada por otra patología más grave (celiaquía, sobrecrecimiento bacteriano, gastroenteritis vírica, etc.). En este caso nuestra intolerancia secundaria sólo sería un “síntoma” de nuestra patología principal. Y eso un test positivo nunca lo distingue. Por tanto, siempre debe ser el médico quién te prescriba su realización y valore los resultados del test, junto con los síntomas, la observación del paciente, etc. y que determine el origen de tu intolerancia (primaria o secundaria). Recordar que el 50% de los celiacos diagnosticados son también intolerantes a la lactosa, y que muchos de ellos cuando recuperan sus vellosidades intestinales -a través de una dieta estricta de exclusión del gluten- el primer enzima que recuperan es la lactasa y pueden volver a consumir lactosa sin problema.
“Yo ya me hice una prueba y me salió….”
Los últimos años han proliferado pseudo médicos/terapeutas y pseudo métodos de diagnóstico asociados: Test Alcat, IgG en sangre, bioresonancia, etc. que son de dudosa fiabilidad y que no están reconocidos por la medicina actual. Ademas la mayoría son realizados en centros privados con altos precios. No son métodos aceptados para el diagnóstico de nuestra intolerancia.
“Eso no es nada, no te preocupes”
También puede ocurrir qué aunque finalmente acudamos al médico (general o digestólogo) nos encontremos con un profesional médico que no de importancia a como estamos, no nos prescriba ninguna prueba a realizar, ni establezca un diagnóstico. En ese caso, debemos insistir para que nos presten la atención necesaria.
En resumen, el proceso de diagnóstico tiene que estar basado en un cara a cara de confianza entre paciente y médico. Y cuando el paciente tenga una pequeña sospecha debe acudir siempre al médico para que le realice el diagnóstico adecuado, valorando sus hábitos alimentarios, sus síntomas y realizando las pruebas que estime oportunas. Y no se debe dejar en ningún caso en sus propias manos -ni en alguien que no sea un médico- la decisión de adoptar una dieta de exclusión/reducción de la lactosa en su dieta.
Oriol Sans (Adilac)